Qué fácil es hacer feliz a un colchonero. Lo que para cualquier otro equipo sería una eliminatoria más, para los atléticos este ha sido el partido del año. Que digo del año, ¡del siglo!

El Atlético de Madrid ha conseguido golear al Recreativo de Huelva y conseguir el pase para los octavos de final de la Copa del Rey. Como si de un título se tratase, los colchoneros hemos recuperado la ilusión en nosotros mismos. Si queremos podemos, y lo hemos demostrado.

Este equipo no se parecía al del Colombino ni en el blanco de los ojos. Qué coraje, cuanta valentía, qué pasión le ha puesto, por ejemplo, Forlán en los noventa minutos. Se han ganado el perdón, sí señor, y la afición sabrá otorgárselo.

Sergio Lionel "Kun" Agüero estaba llamado a ser el héroe del partido, y así ha sido. Ha liderado al equipo en la primera parte propiciando el gol que abría el marcador y rematando el segundo, dos maravillosos tantos que llenaban de esperanza los corazones de los 30.000 atléticos que ocupaban las gradas del Calderón.

Un cabezazo de Ujfalusi, pidiendo perdón a gritos, despertaba los ánimos de los pocos escépticos que aún no creían en la remontada. El checo, que ocupó la banda derecha en detrimento del joven Valera, fue, junto al ya consolidado Domínguez, lo más serio en defensa.

Ya en la segunda parte, y tras dos claras ocasiones para sentenciar el partido, un barullo en el área aún por aclarar desencadenó el cuarto tanto atlético que culminaba, a priori, el ascenso al Edén.

Los más veteranos en estas lides no las tenían todas consigo y sus culos inquietos pronosticaban que la media hora restante no iba a ser un camino de rosas. Y así fue.

La que ha liado Paulo Assunçao en dos minutos. Su estúpido intento por jugar el balón a medio metro de la portería nos costó el 4-1 y la vuelta a las andadas. No contento con ello, y tras previa amonestación, el portugués realiza una absurda entrada en el centro del campo que nos deja con diez en el peor momento del partido. Fue como si el espíritu de Huelva hubiera recobrado vida.

Pero afortunadamente fue sólo una pesadilla. El Atleti volvía a intentarlo y no perdía la fe en sigo mismo. Pasaban los minutos y a pesar de mantener la mejor actitud, no conseguían tirar a puerta. El tiempo jugaba en su contra y la impaciencia comenzaba a resaltar por encima de la mejor voluntad y el coraje colchonero.

Fue entonces cuando el Kun, fiel a sí mismo, quebraba a uno y a dos defensas onubenses al borde del área. Uno de los zagueros se pasó de la ralla, y el colegiado decidió pitar falta a pesar del enfado del pibe argentino que lamentaba no poder continuar con la jugada. Simao disparó y el balón se encontró con toda la escuadra en uno de los mejores goles de falta de los últimos tiempos al más puro estilo Dinho en sus buenos años culés. Un gol de calidad y con significado, como no podía ser de otra manera.

Fue entonces, ahora sí, cuando el Atlético consiguió su objetivo: pasar a cuartos y encontrarse con otro segunda, el Celta, en su camino por conseguir su primer título en catorce años.

Del infierno al cielo. Esto es el Atlético. El que quiera otra cosa ya sabe donde encontrarla.

Como diría el Sabio: "me mata, me da la vida".

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